Sunday, 22 December 2024
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“Me obligaban a orar y a sacarme al ‘demonio'”: Colombiana relata terapia de conversión gay

“Mis padres me llevaron a una Iglesia católica, donde me hacían exorcismos que duraban horas y al final me preguntaban si seguía siendo gay”.

Así recuerda Danne su traumática experiencia en una “terapia de conversión gay”, el proceso al que fue sometida para intentar cambiar su orientación sexual o identidad de género.

“Me echaban cenizas y me decían que mi espíritu estaba marcado y que había que limpiarlo”, cuenta la colombiana que ahora tiene 29 años.

Ella es una de las muchas personas de la comunidad LGBT+ que han sido obligadas a participar en las llamadas terapias de conversión, que aún se llevan a cabo en muchos países, incluso en aquellos donde han sido prohibidas.

Danne asegura que sus padres la “sacaron del closet” a los 11 años cuando ni siquiera sabía qué significaba ser gay y era conocida por el nombre masculino que le asignaron al nacer.

“Yo sólo sabía que me gustaban otros niños y que quería cosas diferentes a las que querían mis hermanos”, relata en entrevista con BBC Mundo.

“Escucharon una conversación que tenía con un amigo, nos interrumpieron y luego empezaron a hacer muchas preguntas”, prosigue.

Al confirmar que su hijo era homosexual, los padres de Danne comenzaron a buscar información sobre el tema y consultaron con varios especialistas.

“Les decían que mi carga hormonal estaba muy baja y me hicieron tomar pastillas para subir mi nivel de testosterona, o decían que era así porque mi mamá me había consentido mucho o que quizá me habían violado, aunque eso nunca pasó”, afirma.

Luego de descartar múltiples hipótesis sus padres dieron finalmente con una serie de “procesos de corrección sexual” a través de la religión y la espiritualidad.

Fue una psicóloga cristiana quien inicialmente les dio información sobre estos procedimientos.

Ellos no entendían muy bien en qué consistían los tratamientos, pero aceptaron la “ayuda” y ahí comenzó el martirio de Danne.

Tenía 16 años.

La primera terapia

Relata que un día sus padres le pidieron que los acompañara a hacer diligencias.

Le extrañó cuando se pararon frente a una iglesia, pues su familia “nunca fue muy católica”.

Al entrar dice haber caído en cuenta de que no los estaba acompañando, sino que la estaban llevando con un fin que no le habían adelantado.

“Los pastores ya sabían todo sobre mí. Me llevaron al púlpito y empezaron a rezar por mí y por otras personas que estaban allí”, cuenta.

“Veía cómo a otros les tocaban la cabeza y se iban hacia atrás. Luego me agarraban a mí la cabeza e intentaban echarme para atrás, pero yo no tenía ganas de echarme a ningún lado. Era muy raro”.

“Luego me preguntaban si seguía siendo gay y si el espíritu había salido de mi cuerpo”.

Esa primera “terapia” duró poco más de una hora.

Rememora que la sesión la dejó sumamente cansada y que le explicaron que era porque “los espíritus habían sanado su cuerpo y eliminado los demonios”.

“Es como un lavado de cerebro. Al final terminas creyendo que sí hay algo malo dentro de ti y que sí te están limpiando de algo”, explica.

“Exorcismos”

Varios meses después de esa primera terapia, la colombiana que hoy se identifica como transexual, fue sometida a una segunda aún más traumática organizada por la misma iglesia donde ella había sido bautizada y sus padres se habían casado.

“Mi hermana me acompañó y nos dijeron que sería una convivencia de jóvenes, lo cual no me pareció raro porque ya yo había ido a convivencias de hijos en las empresas en las que mis padres trabajaban”.

Las montaron en un bus con otras familias y sin explicarles mucho las llevaron a una finca remota en las afueras de Bogotá.

La llamada convivencia tenía reglas estrictas. Durante los “interminables” seis días que duró su estadía repetía la misma rutina.

La levantaban muy temprano y la mandaban a orar antes del desayuno. “Luego tenía que seguir orando durante todo el día para sacarme al ‘demonio’ que tenía dentro y si no obedecía no podía comer o dormir”, recuerda.

Me hacían exorcismos, lanzándome agua bendita. Ponían cirios por todos lados, me hacían cruces con cenizas y hablaban de lo que estaba mal en mí y mi orientación sexual”.

Con información de la BBC

 

Jorge Solis

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